domingo, 26 de junio de 2011

Quizás (III)

nnnPasado un tiempo, apretó el off, se levantó del sillón y lavó la taza, el cuchillo, el plato y la cuchara. Tendió la cama: sacó las almohadas, la colcha, la frazada y la sábana; sacudió la ajustable para despegar todo los pelos que perdía durante la noche; enganchó las esquinas y pasó la mano para desplazar las arrugas hasta que cayeran del lado derecho; extendió la sábana, la frazada y la colcha, y las metió debajo del colchón perfectamente, como siempre. Como siempre puso las almohadas en su lugar. Podía arrancar.
nnnSe dejó el pantalón del pijama; se puso un polar encima de la remera mangas largas como si tuviera frío y decidió sentarse a trabajar. No quería dibujar más planos en la computadora. Estaba hastiado de dibujar planos en la computadora. Abrió el Outlook, para esquivar abrir el Autocad. Seis mensajes nuevos, cinco no deseados. En verdad, el único no deseado era el de la bandeja de entrada: Ricardo de nuevo con sus problemas. Con los problemas de los dos. Leyó:

Anselmo, mama esta freak de nuevo. Vení porque sino me frikeo yo.

nnn“Mamá siempre estuvo loca y Ricardo siempre tuvo errores de ortografía. Por lo menos eso sigue igual”, pensó e hizo una mueca parecida a una sonrisa.

Cama en rojo, de David Minguillon

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