sábado, 21 de agosto de 2010

Equilibrando la balanza...


nnnDebo enmendar una omisión. Ayer a la noche disfruté de Fahrenheit 451 y escribí una entrada para liberarme en letras; pero ya tiempo atrás una obra teatral me había movilizado algunas fibras interiores: Adentro. En ese momento no escribí nada al respecto. Hoy, sí.


nnnDesde siempre las categorías adentro/afuera (dentro/fuera) fueron consideradas centrales a la hora de analizar los discursos y, ¿por qué no?, las acciones. En Adentro, no sólo se intentó hacer partícipe al espectador de esas problemáticas, sino que también se buscó provocarlo y llevarlo al límite. Puertas que se cerraban y se abrían, velas que se prendían y se apagaban, intimidades que eran violentadas, pérdidas, susurros, olores...
nnnDe más está decir que cada uno vivencia el teatro en relación con su vida y, en mi vida, hay mucho afuera, hay mucho adentro, hay muchas puertas que se cierran, hay muchas puertas que se abren, hay velas que se prenden, hay velas que se apagan, hay intimidades violentadas, hay pérdidas, hay susurros, hay olores... Por eso y más, Adentro me caló profundo y la atesoro.
nnnSi conocen a alguien que viva en la región, que guste del teatro experimental, que tenga pececitos en el pecho que sólo se muevan en contadas ocasiones, yo que ustedes lo invitaría a ver esta obrilla que tañe música invernal.  
nnnDesde adentro, Pandora pide perdón por estar tan sola y yo lloro sus lágrimas. Me despido para estar conmigo y los dejo afuera hasta la próxima entrada.
   

Todos los fuegos el fuego...



nnHace tiempo que no escribo. Hace tiempo que sólo me dedico a ser maestra-ciruela-pasa-presa de adolescentes hambrientos. Sin embargo, ayer algo me despertó de mi letargo y, por un momento, dejé de ser para otros-por otros y reí. Algunos hombres libros-libres me contaron relatos para despertar y reí-reí-reí. Palabras de Hoffmann brotaban sacadas de un murciélago rojo y las de Burroughs, de un yuppie iluminado. Un punkie recitaba a Borges y me regaló el aleph encapsulado, mientras una mujer-anciano temblaba contando El Resplandor, de King. Y mucho más. Disfruté (como hacía mucho no disfrutaba), sonreí (como hacía mucho no sonreía), respiré (como hacía mucho no respiraba) y reí-reí-reí.
nnnAntes de despedirme, yo, Pandora, recomiendo una total entrega a Fahrenheit 451, una obra nada minúscula, en el CineClub Municipal Hugo del Carril.